La técnica de las
acuarelas es milenaria, sus comienzos datan alrededor del año 100 AC en la China, con la invención del papel.
El papel es el soporte básico para esta técnica y en función de las dimensiones en las que se quiera realizar la obra, el tamaño y el gramaje de éste serán más o menos grandes.
En general, el mismo se usa blanco o en tonos muy claros ya que las zonas sin pintura, constituirán las luces del trabajo realizado.
La acuarela es muy especial y tiene muchas ventajas. Una de ellas y muy importante es la transparencia, la ductilidad que permite alcanzar. Existe en el mercado una amplia gama de colores, presentándose en forma líquida, en barra o en tubo. Todas ellas se diluyen en agua, se secan rápidamente, y se puede volver a pintar encima si es preciso.
También tiene aspectos menos versátiles. Una de ellas, y muy importante, es la imposibilidad de borrar, por lo cual es necesaria cierta destreza al aplicarla. No es conveniente que reciba la luz del sol pues puede perder la intensidad de los colores, dependiendo de la calidad de los pigmentos.
A partir de allí los artistas han desarrollado un sinnúmero de posibilidades en su aplicación.
Existe otra variante que se utiliza en arte textil, que es la acuarela sobre seda. En este caso se abre otro abanico de opciones a experimentar que es muy atractivo e interesante.
Trabajo personalmente esta técnica aplicándola sobre gasas y sedas, lo cual me resulta apasionante. La he descubierto más o menos recientemente y la he adoptado sin dudarlo, me ha adoptado ella a mí también, es mutuo.
En cuanto a la técnica de acuarela tradicional he hecho mi propia adaptación, incluyendo el empleo de otros materiales como el óleo, el acrílico, trabajándolos en forma muy diluida, mayormente en lienzo sobre bastidor, y sobre todo al principio, capa sobre capa, un sinnúmero de veces tanto como las crea necesario o me lo pida la obra. Y de a poco ir al final ya con óleo en su densidad pura, para lograr más intensidad o carácter según sea el caso.
Liliana Esperanza.